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Lecciones de amor sin culpa

Lecciones de amor sin culpa

Hace poco mi esposo me trajo un regalo. La caja era blanca, rectangular y tenía una manzana en la parte superior. Era un nuevo iPhone. Realmente no teníamos dinero para comprarlo, pero él sabía que había estado anhelando uno nuevo. Cuatro días después, cuando saqué mi nuevo teléfono de mi bolso para ver la hora, había un pelo sobre él. Pero el pelo no se movió cuando lo cepillé. Entrecerré los ojos y miré más de cerca, luego sentí algo en la boca del estómago. Era una grieta de arriba hacia abajo.

Yo. estaba. Devastada.

Más tarde esa noche, mi hija confesó que ella podría haber sido responsable de la grieta cuando lo dejó caer al suelo boca abajo. La ira y la decepción me inundaron. Pero acababa de hablar con mis hijos acerca de amarse unos a otros tratando a los demás como queríamos que nos traten. Y, entonces, confeccioné una respuesta cuidadosa porque quería que este momento fuese una “herramienta de enseñanza” para los niños.

Respiré hondo, me tragué el discurso de “estoy tan decepcionada de ti, no puedo creer que hayas hecho eso, rompiste mi nuevo teléfono” que había brotado en mis entrañas y en su lugar pronuncié mis palabras para “aleccionar”. “Está bien. Te perdono. Te agradezco hacer sido honesta conmigo. Eres mucho más importante para mí que un teléfono”. Y en ese momento, no pude terminar mi oración porque tuve que luchar contra las lágrimas de manera inesperada. De repente, me di cuenta de que realmente quería decir las palabras que originalmente tenían la intención de ser una lección para mis hijos.

Aunque mi objetivo era dar un ejemplo y ser maestra en ese momento, fui yo quien aprendió la lección. Enseñar a nuestros hijos a amar a los demás comienza con nosotros. Y es algo que siempre aprenderemos y volveremos a aprender juntos. Todo lo que queramos inculcar en nuestros hijos debe ser parte genuina de lo que somos y de lo que vivimos, especialmente cuando el suelo te rompe el iPhone.

Por Jenna Scott

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