MUJERES EN EL MUNDO LABORAL. PARTE III.
Sí y No.
“Muéstrame la senda correcta, oh Señor; señálame el camino que debo seguir. Guíame con tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios que me salva. Todo el día pongo en ti mi esperanza.” Salmos 25:4-5
A los tres años llegué a la créme de la crémede mi amada institución, el área jurídica más cotizada y soñada, al menos por mí. Le “eché el ojo” desde mi primer día y finalmente me habían llamado para ocupar un puesto ahí. Algunas de mis amigas migraron tiempo atrás a esta área y yo estaba rezagada, pero finalmente, a la primera oportunidad que se abrió, mi respuesta fue Sí, sí, sí, ¿cuándo me quieren allá? No podía pedir más, estaba en el área soñada y ahora tenía la flexibilidad que jamás hubiera imaginado. Los horarios no eran estrictos, la gente más relajada, los asuntos interesantes. Era un sueño hecho realidad.
En este punto puedo afirmar que comencé a enamorarme de mi trabajo, muchas veces no creía que me estuvieran pagando por hacer algo que disfrutaba tanto. Tenía una libertad deliciosa que me motivaba. Al poco tiempo, en menos de un año, me promovieron, me sentía en la nube.
Pero con mi Sí, vino también el aislamiento. Verás, como un beneficio al puesto, se otorgaba una oficina privada. Antes solía compartirla con otros dos abogados y, aunque a veces sí anhelaba un poco más de privacidad, no lo niego, habíamos logrado llevarnos bien hasta el punto de hacerlo divertido. Ahora estaba sola en mi oficina, sin nadie a lado para cruzar una palabra. Mucha privacidad, sin duda, pero pude observar el costo de ese Sí, el costo del crecimiento. Era físicamente evidente, al pasar de una oficina compartida a una privada.
El aislamiento físico quizá no es tan relevante, puedes superarlo con una actitud adecuada, manteniéndote en contacto con la gente de alrededor. Pero hay ocasiones en las que la empresa o la institución requerirán de ti cuestiones que no estás dispuesta a ceder y tendrás que decir Sí o No, sabiendo que cada respuesta tendrá sus propias implicaciones. Es decir, cada decisión tiene su contra cara, que es inseparable de la decisión que tomes.
Por ejemplo, una mujer en mi trabajo, casada y con tres hijos pequeños, ha aceptado pasar gran parte del mes viajando, acudiendo a convenciones y reuniones internacionales. La contra-cara de su Sí, trae consigo menos tiempo con la familia. No tengo la mínima intención de juzgar a esta mujer ni a ninguna otra, esta serie no va por ahí, lo que quiero decir es que no podemos decir Sí a un ritmo de trabajo y por otro lado estar infelices porque tenemos un tiempo muy limitado con la familia, el ejercicio u otras cosas. Todo Sí, conlleva un No en otro aspecto de nuestra vida. Esa es la idea central.
Me parece que lo mismo aplica para las mujeres que han puesto en pausa o dejado su vida laboral para dedicarse de tiempo completo a la familia. Ese sí, implica un No, o al menos un todavía No, al mundo laboral, ejecutivo, de empresa, o como quieras llamarlo. Y no sería válido andar por ahí con una cara larga porque el dedicado trabajo en la casa, no deja tiempo para nada más.
No somos víctimas de nuestras decisiones amiga querida. Al elegir, elegimos lo que deseamos, pero también la contra-cara.
En el próximo número te hablaré un poco acerca de cómo decidir entre un Sí o un No, pero por ahora solo deseo dejarte con estas ideas: Todo Sí, conlleva un No en otro aspecto de nuestra vida. Y, en realidad, no se trata de los No o Sí que tú y yo creamos convenientes tomar, sino de dejarte guiar por Dios para decir No o Sí a lo que Él te pide, confiando que el Señor dará fruto y recompensará tu obediencia.
Tus llamados son poderosos, Dios los hará florecer, pero debes saber que eso solo ocurrirá en sus términos, no bajo tus propias ideas de crecimiento y menos las que te propone seguir el mundo. Cualquiera que sea tu llamado, estoy segura que solo con la guía de Dios podrás cumplirlo en equilibrio.
Tarea
¿Cuáles son los Sí o No que crees debes enfrentar?
¿Cómo crees que Dios te está pidiendo que respondas?
Oración
Señor, que cada Sí y cada No en mi vida esté guiado por ti, que no sea impulsada por el miedo o el deseo. Dame sabiduría para distinguir las decisiones que pueden alejarme del llamado que me has dado, aquieta mis ganas de hacer las cosas a mi manera, mi soberbia de pensar que sé muy bien lo que debo hacer y cuándo debo hacerlo. Recuérdame que sin ti no soy ni tengo nada. Amén.
Por: Adriana Monroy