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Mujeres en el Mundo Laboral. Parte 2

Nada de lo que avanzaste se perderá.

“Ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que los que por medio de ella han sido ejercitados.”

Hebreos 12:11

Diez años han transcurrido desde que comencé mi trayectoria en mi amada institución. Y anécdotas tengo para dar y regalar. Mis primeros tres años fueron lo que le sigue de complicados, pesados, intensos, muy exigentes.

Eso de checar la entrada y la salida no era precisamente lo mío. Venía del mundo del litigio, de los tribunales, la grilla, el cabildeo, el taco de mixiote al terminar la audiencia y la nula rigidez de horarios. Así que esto me parecía demasiado formal, acartonado. Las reuniones me daban nervios hasta lo inimaginable, la seriedad, las fórmulas complejas para dirigirse a un alto funcionario no me salían, yo estaba acostumbrada a tutear y bromear con todos. Pero este nuevo ambiente me intimidaba tanto que me sonrojaba a la primera provocación.

Para explicarme mejor, cuando llegué a mi amada institución era como un Mowgli presentándose a una cena de gala. Mi facha me delataba. Me sentía salvaje, primitiva, había aprendido el ejercicio de la profesión de la manera más práctica, aunque sin preocuparme tanto por los detalles. Y ahora, en este lugar, me exigían perfección, homogeneidad, formas, que no hacían otra cosa que abrumarme.

La primera semana sentí que mi cabeza explotaría, estar sentada en un solo lugar por horas, no era lo que tenía en mente para empezar una carrera importante. Pero tampoco me agrada abandonar la batalla a la primera, ¿esto podría más que yo? Claro que no, lo intentaría una y mil veces hasta  ser capaz de decir lo logré.

La tolerancia al error era de cero, no había margen para las equivocaciones. Esto se convirtió en un reto, entonces jugaba en mi cabeza a no equivocarme ni en una coma, un guión o un acento. Todo debía ser perfecto.

Durante los tres primeros años no puedo decir que me haya enamorado de mi trabajo, la verdad, ahora sé que más bien, me dediqué a aprender disciplina. Estar sometida a un escrutinio que yo sentía tan riguroso me entrenó a leer con atención, jamás dar nada por sentado, estudiar, investigar, y aunque a veces lo hice de muy mala gana, aprendí a aceptar la autoridad de las personas que Dios puso en esos tres años en mi vida. Me gustaran o no.

La disciplina, es lo más valioso que Dios pulió en mi corazón. En ese entonces necesité de quien me “obligara” a seguir un horario, una rutina, un método, para hacer las cosas, porque yo era como un caballo desbocado, con mucha energía que iba a todos lados y a ninguno, pero hoy, esa disciplina está tan grabada en mi mente y en mi vida, que no requiero de nadie que me supervise para hacer lo que tengo que hacer cuando tengo que hacerlo.

Esos años dolieron mucho, muchísimo. Atormentaban mi orgullo y torturaban mi libertad de ir y hacer lo que me viniera en gana. Recuerdo que solía llorar en el baño como una manera de liberar la presión, pero sin duda, rindió su fruto.

¿Has pasado momentos difíciles de crecimiento profesional? Debes saber que todo, sí, todo lo que hayas aprendido en el lugar de trabajo, en tu ocupación, es algo que te ayudará a crecer en el resto de tus proyectos, también para tu llamado a la familia. Porque para Dios no eres la mujer trabajadora y la mujer de familia, eres una sola, una a la que ha buscado pulir y aleccionar.

Sé muy bien que cuando hemos invertido suficiente tiempo y esfuerzo en un proyecto laboral y ahora vemos que este es incompatible con la familia, tendemos a sentir tristeza, porque parece que estamos tirando todo lo alcanzado a la basura para simplemente cambiar el rumbo, sentimos como si empezáramos de cero. Pero, escúchame, no empezaremos de cero. Todo lo que hasta hoy Dios te ha enseñado en tu trabajo, servirá para cada día de tu vida, sea lo que sea que decidas hacer.

Mira, así de simple, la disciplina que yo aprendí en mis primeros años, me ha servido hasta hoy para disciplinarme a escribir, me servirá para que no se me pase la hora de comida de mi ansiado bebé y me servirá para crearme espacios para generar otra forma de ocupar mi tiempo desde el punto de vista laboral.

Lo que quiero decirte es que aunque estés a punto de dejar la empresa o el trabajo que tienes, para internarte en el gran proyecto de familia, eso no significa que todo lo que has aprendido quede desperdiciado, cada una de tus experiencias, tu capacitación, servirán para emprender y alcanzar esos proyectos que Dios ha puesto en tu corazón y hacerlos coexistir de manera armónica con tus ocupaciones de madre o esposa.

Tarea

Enlista al menos una habilidad o aprendizaje que hayas obtenido en tu carrera laboral que te servirá para tu vida de familia.

Oración

Padre mío, cada paso en mi vida profesional no ha sido una coincidencia, ayúdame a darme cuenta que todo lo que he aprendido será útil para el resto de mi vida, porque tú eres un Dios bueno, que no desperdicia nada. Acompáñame en esta etapa de decisiones a favor de mi llamado a la familia y a la vida profesional, para que ambos se cumplan conforme a tus propios planes. Amén.

Por Adriana Monroy

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