El Trabajo de Enseñar a los Niños a Valorar a Todos
“¡Nunca seré amiga de Will*! ¡Tiene una mano muy rara y nunca jugaré con él!”, mi hija de 4 años lo comentó fervientemente en el momento en que subió al asiento trasero de nuestro auto, después de su primer día de pre-kindergarten.
Me quedé helada, con los ojos bien abiertos y la boca abierta. Mis ojos se fijaron en el espejo retrovisor donde pude ver a mi pequeña, frunciendo el ceño, con los brazos cruzados sobre su nuevo vestido azul marino con las palabras “SÉ AMABLE” deletreadas en lentejuelas. ¿En qué me equivoqué? ¿Cómo había pasado por alto las señales de que estaba criando un monstruo? ¿Cuáles fueron las palabras mágicas que tuve que decir para revertir esto de inmediato?
Después que cada táctica que conocía para obligar a mi hija a mostrar empatía hacia Will fue recibida con un rechazo rotundo, terminé con una clara petición: “Quiero que seas amable con todos porque todos son importantes”.
“¡Lo sé, lo sé…! ¡DEJA DE HABLAR!”
Confirmado: Estaba criando a un monstruo.
Esa tarde, mientras veía a Daniel Tigre (cantando, “En algunos aspectos somos diferentes, pero en otros somos iguales” en el fondo), dispuse que no menos de 10 libros ilustrados con el tema “Todos tienen el mismo valor” se deslizaran sutilmente en nuestra rotación de cuentos para dormir.
Añadí películas a nuestra lista con diversos héroes, investigué lugares a los que podríamos ir para exponerla a todo tipo de gente. Y registré a nuestra familia en una ruta de servicios de comida.
Ojalá pudiera decir que volvió a la escuela la semana siguiente e invitó a Will a jugar. Pero aprendí que no puedo enseñar amor en un día. No había palabras mágicas que pudiera decir.
La verdad es que mi trabajo en este tema nunca terminará. No después de leer todos los libros, ver todas las películas y repartir todas las comidas. Ni siquiera después de cuando un día en mayo se subió al asiento trasero y anunció: “Will ahora es mi amigo”.
Ser intencionada con los libros que leemos, la gente con la que interactuamos, la forma en que hablo con y sobre los demás, es un trabajo que debería haber hecho todo el tiempo, y que debo seguir haciendo el resto de mi vida.
Todos tenemos prejuicios, miedos y sesgos. Y todos tenemos que estar dispuestos a hacer el trabajo necesario para asegurarnos de que la próxima generación se defina por su capacidad de ver el valor intrínseco en cada persona que conozcan.
Por Lauren Terrell