Un Poder en medio de la Tormenta
Ahí estaba yo… dormida pero no por mucho tiempo. La vejiga apretada me despertó. Cheque la hora “3:35 a.m.” marcaba mi celular. “Ya entraron los golpes” pensé en lo que escuché la lluvia y los vientos. Por curiosa me asomé ligeramente a la ventana y vi la palmera de enfrente bailando, en especial esas ramas delgadas, era un espectáculo. Esa era la manifestación del huracán Delta. Fui al baño y regresé a la cama. Esos vientos que movían la ventana de mi cuarto me hicieron pensar que sería difícil volver a dormirme. ¿Cómo no tener miedo de un huracán? Una bestia formada por agua y viento, capaz de destruir ventanas, acabar con tu objeto favorito, inundar tu casa y causar heridas en uno. Escuché de nuevo la ventana y el miedo corrió por las venas. No podía dejar de vigilar, no podía dejar de temer, sin embargo… me equivoqué… por un segundo en esos vientos que me aterrorizaban comencé a ver algo diferente… un poder único en esta Tierra que nadie más tiene, solo Dios, así es comencé a ver a Dios. A pesar de que los desastres naturales son consecuencia porque el humano ha quebrado el mundo Dios los tiene en control y no sólo ello, sino también saca algo bueno en esas situaciones. El huracán se comenzó a ver microscópico al lado de la grandeza de Dios, Él, que sabe todo, Él, que controla todas las variables y sabe lo que hace, pues nunca falla. “Él tiene el control de este huracán y decide absolutamente todo, que se pierde y que no”. Así poco a poco el temor comenzó a desaparecer y lo único que pude sentir fue protección. Inhalé y exhalé y de pronto imaginé una colina la cual tenía un árbol en la punta. El viento corría de una forma deliciosa y las hojas marrones caían al suelo dando señal de otoño. Ahí estaba yo, pero por mi sorpresa ya no estaba sola, Jesús estaba a mi lado, ambos sonreíamos y así los ruidos de la ventana bajaron el volumen y las risas debajo de ese árbol subían de volumen. Entendí en ese momento que una de las razones por la cual Dios nos regaló la imaginación es para verlo más cercano. Todo mi cuerpo se relajó, ni un músculo estaba tenso y poco a poco caí en un sueño profundo… Ahí estaba yo… dormida, pero esta vez por mucho tiempo, pues no tenía de qué preocuparme… Dios tenía todo bajo control.
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida y se traspasen los montes al corazón del mar, aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza”.- Salmos 46: 1-3
Por Daniela Ortiz