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La Gran Batalla

La Gran Batalla

Todo cristiano pasa por un proceso que es inevitable vivir, en algunos momentos está más presente y en otros menos. A pesar de ello, de nuevo, es algo que cualquier cristiano vive en algún momento. Yo lo conozco como: La Gran Batalla, así es, es una gran batalla que nunca tiene fin y es la más difícil de TODAS. Lo complicado es que es una batalla consigo mismo y no todos te podrán ayudar. Es la lucha de la dualidad del ser: el ser pecaminoso que somos por naturaleza y el Espíritu Santo que se presenta al aceptar a Dios en tu vida. El abrirle la puerta a Dios a tu vida es UNO de MUCHOS pasos del proceso, es cuando el verdadero reto comienza, pero también se presenta lo hermoso, lo que complementa, lo que da sentido en la vida y se halla la paz. A pesar de ello es típico de nosotros conservar ese ser pecaminoso e incluso obedecerlo. Al igual llegamos a obedecer al Espíritu Santo, por eso es una batalla. El decidir: ¿Qué bando soy? Gente te podrá ayudar, pero no todos, el hermano cristiano es el que SÍ te puede ayudar, ya que el resto son del mundo y no tienen los mismos ojos y la situación que vives. Cuando ya comienzas a pensar qué hacer y a quien seguir, es una polarización. Un buen amigo me dice así: polarizada, ya que vivo la batalla en cada aspecto de mi vida y así narra de mí: “Pues pelea entre sí, entre lo bueno y lo malo, la obligación puesta y el deseo deseado por ella, entre las normas y lo que ella quiere.” Este punto de la guerra es cuando Dios va tomando un lugar más importante, que ya hay una relación, que ya lo has experimentado y te ha gustado y dices “Quiero más… Tengo hambre de ti Señor… No quiero parar de sentirme así, con paz, alegría y cada uno de los frutos del Espíritu que tú nos desarrollas”. Uno se compromete a cambiar su vida de acuerdo a lo que Dios quiere de nosotros, pero el ser pecaminoso sigue con una fuerte influencia ahí, ya que es nuestra naturaleza. Estos dos versículos siento que describen la situación: “Antes de conocer a Dios, ustedes, los gentiles, eran esclavos de los llamados dioses, que ni siquiera existen. Así que ahora que conocen a Dios (o mejor dicho, ahora que Dios los conoce a ustedes), ¿Por qué quieren retroceder y convertirse otra vez en esclavos de los débiles e inútiles principios espirituales de este mundo?”- Gálatas 4:8-9. El otro es: “Y yo sé que, en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.”- Romanos 7:18-21. Esta batalla es personal, puede estar tranquila o agitada, depende de uno. Tenemos que aprender a soltar nuestra naturaleza y permitir que Dios llene nuestra vida, experimentarlo, entender que Él es lo más importante y el resto es terrenal. Que dejemos nuestra naturaleza pecaminosa atrás ya que nuestro amor por Dios es más grande, ya que no necesitamos más que Él y entender que nos ha dejado todo en su manual para nuestro bien y que nos cuidemos. Quiero que recuerdes no eres el único, tú y yo pasamos por esto. Si necesitas apoyo, avisa y consíguelo, alguien que sea espiritualmente maduro. Que eso es lo que hace la familia en Cristo, acercarnos más a nuestro Padre y olvidar esa naturaleza al punto de ya no necesitarla y hacer la voluntad de Dios a gusto. Esa es la victoria, es la victoria de la gran batalla.

Por Daniela Ortiz

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