He tenido la oportunidad de ver el proceso de Comunidad de Fe desde años atrás, recuerdo esos días en el cine, en el Tec Milenio o en el Club Albatros. Es impresionante la velocidad en la que el tiempo ha pasado. Por fin, después de tantos años la construcción ha terminado y se inaugurará. Gracias a ello estos últimos días he podido experimentar una bendición profunda. Tomó años, pero fue por algo ya que los tiempos de Dios son perfectos, no dudo de ello. Estos últimos días he ido a la construcción a servir para que todo este listo el gran día, simplemente fue hermoso. El primer día ayudé a hacer los bastidores, trabajé con varias personas, en ello pude ver como cada persona ayudaba desinteresadamente, estaban en ese lugar por Cristo, para servir por su futura casa.
Al terminar esa tarea, me tocó sacar los respaldos y asientos de las sillas del plástico, había demasiada gente, quedé impactada al ver el poder que Dios tiene para unirnos a todos y para que podamos servir para su causa, muchos hemos esperado por años este momento y es maravilloso ver como ha llegado. Las palabras de Marco se reproducen en mí “Seremos un impacto en Cancún”, así es, no dudo de ello. Dios nos ha juntado por su obra, pude ver los dones de cada quien, unos son buenos para el tema de montar luces y sonidos, otros para armar objetos, algunos para acomodar, varios para plantar, tantas cualidades que Dios ha reunido entre varias personas para que se pueda hacer un gran avance en su obra. Dios es sabio, es poderoso y es bueno.
Al siguiente día regresé para seguir trabajando. Mi madre me acompañó, pues está igual de emocionada y agradecida que cada uno. Llegamos temprano, por ahí de las siete y media de la mañana. Yo moría por trabajar en jardinería y mi madre decidió consentirme para llevarme a esa hora. Comenzamos a plantar, había que destruir la roca con el pico para formar un hoyo, sacar las rocas con la pala, colocar la planta y tapar el agujero con tierra negra. En mi perspectiva yo estaba sirviendo a Cristo de todo corazón para su hogar, pero mi madre compartió su interesante perspectiva. En lo que ella picaba la piedra decía “Miedo” al picar de nuevo “Ansiedad”, cada vez que picaba pronunciaba una palabra. Me atreví a preguntar “Mamá; ¿Por qué dices eso?” al terminar de picar mi madre me dijo que de esa forma Dios nos pule y que en ese momento él hacía eso en ella. Mi madre se estaba desahogando a través de esa actividad. Al tocarme picar la piedra, me di cuenta que era cierto, Dios saca piedra alrededor de nuestro corazón, ese pecado que nos ahoga, para que él gran corazón y el ser talentoso que Él creo se pueda apreciar en el mundo como una luz sobre la montaña, es genial. Me pregunto sobre la perspectiva de los demás al servir en este momento.
Me retiré con mi madre por un rato de la obra y regresamos un par de horas después, seguimos trabajando en jardinería. Unas pequeñas plantas de color púrpura se tenían que enterrar. “Tienen que estar firmes” dijo mi madre, me insistía en ello, sin embargo, por más que las plantáramos se caían. Entonces decidí ensuciarme las manos aún más, al colocar una planta movía tierra hacía ella y presionaba la tierra, efectivamente, logró quedar firme tal cual como mi madre insistía, tenía razón, había que hacer el trabajo bien. Al asegurar que la planta este firme unas palabras de Emilio se reprodujeron en mí “Su fe debe estar fuerte como un roble, unas simples hojas con un viento se van”, así es, imaginé como si aquella planta fuera una persona y la tierra alrededor que la sostenía era la palabra de Dios, el servir, la oración y la fe, lo que nos sostiene en esta vida.
No puedo esperar más a la inauguración, en fin, espero que toda persona que fue a servir haya experimentado algo similar a mi madre y a mí. Esto fue lo que conseguí al servir, no hay duda que tiene un poder asombroso.
“Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano.” – 1a. de Corintios 15:58.