“No fue un sábado cualquiera…”
Por: Mariana Rivero
Este definitivamente no era un sábado cualquiera. Era un sábado especial. Un sábado que quedaría marcado en la historia de Comunidad de Fe como el inicio de una aventura.
Vivir este evento “tras bambalinas” fue algo muy especial. Casi mágico. No puedo describir el hormigueo que sentí desde la junta del staff en la que se pusieron en la mesa todos los pendientes: señalamientos para que fuera fácil llegar, el listón, las tijeras, toldos, platos y pasteles, instrumentos, palos y cemento. Nuestro corazón palpitaba emocionado. Y sabíamos que el corazón de todo Comunidad de Fe, en breve palpitaría igual.
Días antes, se terminaron los detalles. Las grandes listas de pendientes se fueron reduciendo y así, en un abrir y cerrar de ojos, como sólo pudo haberlo hecho Dios, estábamos listos.
Eran las 4pm. Hora en que estaban citados los jóvenes. Luego dieron las 4:30pm. Cita para el resto de los voluntarios. Al llegar tomé mi cámara y por un momento miré la brecha larga que se extendía en medio de la selva. Caminé y al llegar al lugar exacto, me envolví en los abrazos, besos, saludos y sonrisas de los que ahí estaban, ya trabajando. Bolsas por aquí, cajas por acá, la batería, la guitarra, la trompeta. Cables, toldos y más cables.
En un momento, mi querida amiga Rossy me apartó un momento para tomarnos una de sus tan famosas selfies. Nos apartamos a una enorme máquina (que me dijeron como se llama, pero ahora que escribo no recuerdo como se llama) y mis peques y yo, nos tomamos la foto con ella. Después se acercó mi querida Cynthia y tuvo la traviesa idea de subir a la máquina enorme detrás de nosotros. Lo hicimos. No sé en que momento nos quedamos la cámara y yo solas, arriba de la maquina. Y estoy convencida que fue Dios quien me susurro que parara por un momento y observara frente a mi. Como en cámara lenta pude ver a detalle gestos, risas, miradas, carcajadas. Todos continuaban trabajando, pero no paraban de sonreír. Quizá el trabajo arduo de pronto fatigaba y el calor también agobiaba pero no paraban de sonreír. Niños, jóvenes, adultos, matrimonios, familias de sangre y familias en Cristo estaban ahí, muy felices, muy emocionados. Y como no habríamos de estarlo, si como dijo Mark Shook: “…llevábamos 15 años esperando este momento…”
Quizá puedo pensar que yo llevo 5 años esperando, quizá Ángeles lleva 3, quizá Camilo lleva meses, quizá tu que nos lees llevabas 10…pero esa espera conjunta, esa sensación de estar esperando en el Señor, de estar esperando su mano milagrosa, de poder observar como cumple sus promesas…esa sensación, ha sido igual para todos.
El tiempo transcurrió rápido. Como pasa siempre en los mejores momentos de la vida. Se tomaron muchas fotos, corrieron muchas lagrimas emocionadas, se cortó un listón, se colocó una piedra, se cortaron 3 pasteles, se repartieron muchas aguas, se cantaron alabanzas y cientos de corazones oraron y alabaron al unísono por que Dios es fiel. Tres transmisiones en vivo se hicieron, sabíamos y podíamos sentirlos orando por nosotros con fervor y con el corazón emocionado por lo que estaban presenciando aún a la distancia. Desde África, desde Honduras, desde Veracruz, desde Atlanta. Corazones unidos con el único fin de alabarlo, adorarlo, agradecerle y glorificarlo por la gran obra que está empezando.
La gente se comenzó a ir poco a poco. De un momento a otro ya sólo quedábamos unos cuantos. El evento había terminado. No así la emoción de comenzar al fin un caminar que, si Dios así quiere tendrá un grandioso final.
¿Con qué momento me quedo? Con ese momento exacto arriba de la máquina. Contemplando, todo a mi alrededor. Contemplando todo ese amor verdadero, fraternal, de comunidad. Ese verdadero espíritu que se respira en nuestra familia, en esta hermosa familia a la que pertenecemos llamada Comunidad de Fe. Pues como alguna vez dijo Marco: “tenemos un montón de gente tan amorosa y tan dedicada a servir, que es lo que hace a esta iglesia ser lo que es”.
Doy gracias infinitas a Dios por la bendición tan enorme que significa trabajar hombro a hombro con cada uno de los voluntarios de esta iglesia. Voluntarios que dan su servicio, su cariño, su tiempo, sus recursos, TODO para honra y gloria de Su nombre. Para que Él sea exaltado y para que Él sea conocido hasta los confines de la tierra. Para que el continúe impactando y transformando vidas. Dios no nos necesita para extender Su reino, pero Él decide usarnos por gracia, para mantenernos cerca, para seguir transformándonos.
Este definitivamente no fue un sábado cualquiera. Fue un sábado especial. Un sábado que quedó marcado en la historia de Comunidad de Fe, como el inicio de una aventura. Una aventura en la cual deberemos caminar juntos, unidos, muy fuertes y muy valientes; seguros de quien va con nosotros y quien nos ha mandado a esta misión. No te quedes fuera. ¡Únete! ¡Atrévete a creerle a Dios y sus promesas!
“¡Bendito sea el Señor, que conforme a sus promesas ha dado descanso a su pueblo Israel! No ha dejado de cumplir ni una sola de las gratas promesas que hizo por medio de su siervo Moisés” 1 Reyes 8:56