“Con la pérdida nuestra expectativa desaparece pero queda espacio suficiente para que se haga realidad la expectativa de Dios.” IFF
23 de diciembre. 11:00 am. Mañana es navidad. Estoy tomando ponche en mi sillón, tranquila, pensando en lo que ha sucedido en estos últimos días. Trato de escarbar mi corazón para entenderme un poco más. Entonces me doy cuenta: Cuando perdemos a alguien o algo, también nos duele perder los planes que habíamos creado en nuestra mente.
Mira, me duele muchísimo que mi bebé haya fallecido, y también me duele que mis ilusiones de ser madre se hayan desvanecido. Perdí a mi bebé y también perdí los proyectos que en mi mente construí. ¿Logras verlo? Experimento una doble pérdida.
Hablando de proyectos perdidos, debo confesar que soy una amante del orden y la estructura. Me gusta planear, hacer listas, ordenar mi semana por días, fijar metas pequeñas, medianas, grandes. Quizá creas que soy rara, en fin, pero así soy. Mi punto es, que aunque no tengas los mismos hábitos que yo, sin duda a todos nos gusta un poco de control sobre nuestra vida, porque el control y el orden nos hacen sentir seguros.
Después de perder a nuestro bebé, me di cuenta que ser madre -así como muchas otras cosas en la vida- no es algo que pueda meter en una de mis listas. Así no funcionan las cosas.
Quizá tenías pensado que tu matrimonio duraría para siempre y de pronto él se fue, creíste que tu ser amado estaría por mucho tiempo a tu lado y falleció, eres de aquellos que velan cuidadosamente por su salud pero te han diagnosticado cáncer, o descubriste que uno de tus empleados de mayor confianza te defraudó financieramente.
Puedes poner todo de tu parte para cumplir cada uno de estos sueños y aun así no recibir el resultado deseado. Nos guste o no, existe un margen de “sorpresa” que siempre queda fuera de nuestro alcance. Algunos lo llaman suerte y otros destino pero yo sé que se trata del plan perfecto de Dios.
No quiero sonar fría, te estoy escribiendo con la tristeza latente, pero si lograra separar el dolor en dos cajas, veo que una parte de mi corazón llora la pérdida de la vida, y otra, la pérdida del control.
Entonces soy consciente de una verdad increíblemente obvia: Dios tiene el control, yo no. Repite conmigo, Dios tiene el control, yo no.
Entonces, ¿qué necesito hacer para evitar llorar por la pérdida de control? Simple, soltarlo. Esta es una forma de vivir que requiere intencionalidad, porque de manera natural, tendemos a preocuparnos por pequeñas y grandes cosas. En lo personal, necesito entregar el control cada mañana y varias veces al día, y recordar que mis perfectas listas de planes se lograrán solo si Dios así lo dispone. “Primero Dios”, ya no es solo una frase de cajón, es literalmente, un reconocimiento del poder de Jesús sobre cada segundo de mi existencia. Aquí tienes una joya preciosa extraída directo del dolor, que estoy segura, puedes extraer para tu propia vida también.
No estoy siquiera insinuando que planear es algo inútil, lo que digo es que seamos diligentes y hagamos planes, soñemos, dejemos volar la ilusión, pero nuestra seguridad no debe descansar en ellos, sino en las decisiones del Señor, en su control, no el tuyo. Una parte de ti debe ser capaz de decir “Deseo esto, me esforzaré por alcanzarlo y se cumplirá… si Dios quiere.” Punto.
Dios en control significa aceptar de antemano la decisión del Señor, sea cual sea, y descansar en ella, incluso antes de conocerla.
Entendido así, no hay mayor descanso que entregar el control al Señor. Y en consecuencia, una gran parte de tu dolor, saldrá por la puerta, comenzarás a caminar por este mundo con más confianza y aunque no sabemos qué pruebas vendrán, sabremos que llegarán y son buenas para nosotros.
Tarea
Analiza cuál es la parte de tu corazón que se está doliendo por haber perdido el control en este momento difícil y entrégaselo al Señor.
Cada vez que venga a ti la angustia o la tristeza repite: Dios tiene el control, yo no.
Oración
Señor, reconozco que esto que he perdido de cualquier manera te pertenecía a ti. No volveré a ser la misma porque ahora veo que el control completo de mi vida lo tienes tú. Saber esto me hace descansar porque tú usas ese poder solo en maneras buenas y amorosas. Deseo volver a soñar, a planear, a ilusionarme, pero siempre hermoso Señor, de tu mano y sabiendo que eres quien tiene el Sí o No definitivo. Amén.
Por: Adriana Monroy