MUJERES EN EL MUNDO LABORAL.
PARTE IV. ¿Qué estás persiguiendo?
“Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo.” 2 Corintios 5:10
Han transcurrido cuatro años más en mi amada institución, siete en total, me he especializado, he estudiado mucho, he dado lo mejor de mí, y más y más. Soy extremadamente cuidadosa para mi trabajo. Me empeño en tomar cada vez más responsabilidades, en mejorar mis tiempos de análisis, en acaparar todos los asuntos que pueda. He invertido tiempo en crear lazos laborales firmes, estables, de confianza.
A veces, la carga de trabajo ha sido tan fuerte que se me acelera el ritmo por sacar todo en tiempo y perfectamente hecho. Termino el día sintiendo los latidos del corazón en mi cabeza. Y al día siguiente vamos de nuevo, se convierte en una dinámica de ir tachando pendientes de una lista y con cada pendiente aniquilado siento que estoy logrando algo grande. ¿Lo estoy? ¿Qué estoy persiguiendo?
Esa forma de vivir siempre con una agenda llena, me ha generado la sensación de estar viviendo al límite. Al límite de mi paciencia, de mi energía, de mi rendimiento.
Así que comencé a preguntarme ¿qué estoy persiguiendo en realidad?Esto que estoy haciendo ¿En verdad importa? No me malinterpretes, llevado a un extremo casi nada en este mundo terrenal importa, pero a lo que voy es: Cuando estamos tan saturadas, dejamos de atender lo que realmente interesa. Y lo que realmente interesa es lo que trasciende a la eternidad.
Verás, mis contratos, por más que en este mundo tengan relevancia, no voy a llevarlos al cielo. Tampoco mi oficina, ni mi puesto, ni mi sueldo, ni nada de eso. Lo que me llevaré será mi carácter, y veré en el cielo las recompensas que haya construido en esta tierra.Es decir, a pesar de tener la certeza de que llegaré al cielo, también soy consciente que la eternidad la disfrutaré con la abundancia que haya construido en la tierra. Y entonces, veo como mi tiempo en el mundo, comparado con la eternidad, es tan diminuto que empiezan a crecer en mí unas ganas tremendas de usarlo para todo lo que tenga un impacto en mi vida eterna, no en la de aquí.
Si estoy viviendo al límite, entonces queda muy poco material de mí, para construir en esta tierra, la abundancia con la que pasaré la eternidad.
Dios me puso en este trabajo no solo para que haga las cosas muy bien y sea reconocida, todos me aplaudan o gane dinero, me puso aquí para impactar mi realidad, de tal manera que todos puedan conocer a Jesús a través de mí. Si no estoy haciendo eso, como mi primer y más importante enfoque, entonces perdí el enfoque.
El pastor Marco Monroy en una de sus prédicas dijo: “No se trata de que dejes tu trabajo para irte de misionero, se trata de que seas misionero en tu propio trabajo” Entonces amiga, no nos tomemos tan a pecho nuestros logros, ni nuestra preparación o estudios, porque estos resistirán una prueba de fuego igual que lo haría un montón de paja seca. Tu trabajo y el mío importan mucho solo cuando a través de ellos se cumple tu misión en el mundo.
Entonces, empiezo a ver mi labor en mi amada institución como un encargo divino, que puede migrar hacia cualquier otro escenario laboral, porque la misión la traigo impresa en el corazón, no en mi título, mi oficina ni mi quincena.Ya no me aferro a mi puesto, mi antigüedad, a “todo lo que he logrado” y en mi corazón lo suelto, para permitir a Dios dar entrada a otras tantas labores que vienen en mi vida, como mi sueño de ser madre (la mejor que pueda con la ayuda de Dios). Así, voy viendo poco a poco, cómo mi llamado a la maternidad y la familia, puede coexistir amablemente con mi encargo divino al trabajo si soy capaz de soltar, de seguir la pauta que marque el Señor y moverme a donde me pida.
Pero saber hacia dónde moverse o si debes moverte, no es tarea fácil, lo sé. Pero descubrí una fórmula que a mí, me está funcionando. Debemos saber qué está primero en nuestra vida. Entonces nuestras acciones, en su mayoría, debieran estar enfocadas en un orden. Por ejemplo, para mí, el orden es este: 1. Dios, 2. Mi esposo, 3. Mi familia, 4. Mi trabajo (estoy incluyendo solo los rubros más grandes).
Esas son mis prioridades. ¿Cuáles son las tuyas?.
Solo en oración puedo saber cómo y en qué acciones concretas se traduce esa lista. Es lo mismo que te sugiero que hagas. Disculpa que no tenga una respuesta absoluta, pero Dios habla al oído a cada uno de sus hijos, y yo no soy capaz de escuchar lo que ha susurrado al tuyo, por eso, no me siento capaz de afirmar qué es lo que anhela que ajustes o las decisiones que desea que tomes. Lo que sí se, es que Dios es un Dios de orden, por lo que las prioridades le agradan.
Tarea
Toma cinco minutos para analizar qué es lo que realmente estás persiguiendo con tu trabajo. Eso que estás persiguiendo ¿perdurará para la eternidad, o se esfumará a tu muerte?
Haz una lista de tus prioridades. Incluye los siguientes rubros de mayor a menor prioridad: Dios, esposo, hijos, trabajo.
Oración
Padre mío, dame el enfoque adecuado, permíteme ver todo lo que hago con una perspectiva hacia la eternidad. Muéstrame lo que realmente importa y no permitas que malgaste mi energía en cosas que no perdurarán para siempre. Trabaja mi corazón para que si el trabajo en el que estoy desequilibra mi vida personal, mi salud, mi familia, deje de aferrarme a él y te permita a ti mostrarme una vida equilibrada donde todos los roles que has puesto a mi cargo queden satisfechos. Amén.
Por: Adriana Monroy