Aférrate a una perspectiva de eternidad.
Por Adriana Monroy.
El primer velorio al que asistí en mi vida fue al de una de mis primas, que falleció de forma trágica a los 20 años de edad. Recuerdo con bastante nitidez, a pesar que ya transcurrieron 14 años, lo que meditaba desde el sillón del velatorio mirando esa caja blanca: todo había terminado para ella. La incertidumbre acerca de dónde se encontraba o si en realidad moraba en algún lugar, me hacía llorar buscando resignación muy a menudo, creciendo así mi miedo a morir. Su muerte fue como toparse con una enorme pared, porque no podía ver más que el concreto duro y frío de su partida. Lo cual, era de esperarse, ya que yo aún no conocía a Jesús ni sabía de sus promesas.
Hace unos días falleció mi abuelito, al que todos llamábamos Tito, a sus bien cumplidos 82 años. Un hombre en serio encantador, que te atraparía a los dos segundos con sus historias y amplio catálogo de creativas frases.
Mi abuelita, seis hijos, diecinueve nietos y tres bisnietos sufrimos su partida, pero el intenso dolor en esta ocasión, llegó acompañado de algo más. Cada ácida lagrima exprimida directo del corazón, se presenta con un sabor dulce a esperanza, con el delicioso sabor de la certeza de la eternidad. Porque hoy, conozco a Cristo y creo en su promesa de dar vida eterna a sus seguidores.
Lo que quiero decir, es que sé exactamente, y la familia también, dónde está mi querido Tito. Como si hubiera partido con un GPS integrado, lo tengo bien ubicado: está en el cielo. Y cuando digo esto no lo hago porque es lo que debería pensar en esta clase de situaciones, ni como una frase vacía o trillada para calmar mi dolor. Quiero decir que en realidad, no hay en mi mente ni en mi corazón una pizca de dolor que provenga de la incertidumbre. De la añoranza sí, de la inquietud no.
Eso ha hecho toda la diferencia para enfrentar su ausencia terrenal, porque entonces sé, que su muerte es una despedida temporal, mínima a comparación de la enorme eternidad que gozaremos juntos. Solo contrapuesta con la eternidad, logro apreciar lo pequeña que será la espera, de lo contrario, la tristeza sería insoportable.
La certidumbre de la eternidad es lo único que puede darte real consuelo ante la pérdida de un ser amado que decidió seguir a Cristo, porque no habrá palabras, recuerdos lindos ni abrazos capaces de imprimir un apapacho que rinda con la intensidad que necesitas para el resto de tu vida.
Y esa certeza no se obtiene de creer en Dios, sino de creerle a Dios, en que Él dará vida eterna a los seguidores de Cristo.
Por eso, cuando el Señor decida llamarme y vuelva a ver a Tito, creo que voy a preguntarle….Ya en serio, en serio Tito y prometo no decirles nada…. ¿Yo era la real consen verdad? 🙂
Feliz eternidad Tito hermoso, has llegado a la meta.
Y tú… ¿encuentras consuelo en la vida eterna?
El sacrificio del Hijo fue para darte vida eterna.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, más tenga vida eterna. Juan 3:16
Les he escrito estas cosas a ustedes, que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna. 1 Juan 5:13
Pues todo el que me encuentra halla la vida, y recibe el favor del Señor. Proverbios 8:35
La siguiente declaración es digna de confianza: Si morimos con Él, también viviremos con Él. 2a Timoteo 2:11
Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor, convertíos pues, y viviréis. Ezequiel 18:32
Recuerda
Dios envió a su Hijo a morir por ti y el regalo es la vida eterna para quienes lo reconocen como Señor y Salvador.
Mira siempre tu tristeza con la lupa de la eternidad.
En el dolor, enfócate más en el Señor que en ti mismo.
Cree con tu corazón y tu mente que quien muere en Cristo, en Cristo vive.
Oración
Señor Jesús, eres mi verdadero consuelo para lidiar con la pérdida. Señor eres tan amoroso, tan cuidadoso de tus hijos, que a quienes mueren en ti les das el regalo de la vida eterna, y a los que nos quedamos, la esperanza de que la despedida es por un corto tiempo y estaremos en tu presencia cuando así lo decidas. Eres tan fiel que siempre otorgas un camino para enfrentar todo lo que se nos presenta.
Muéstrame Padre a vivir con el dolor pero sin perder el enfoque en ti y asumir la perspectiva de la eternidad siempre en contraste con mi tristeza. Abrázame Señor que estoy adolorido desde adentro, acaríciame y en tu mano encontraré todo lo que necesito para que mis lágrimas dejen de ser ácidas y se tornen agridulces con el dulzor de la certeza de la vida eterna. Amén.